El s. XIX se caracterizó por una transición del ciclo demográfico aunque con grandes variaciones entre países. La población mundial creció en un 50 %, llegando a los 1500 millones de habitantes en 1900, tanto por un aumento de la natalidad como por una disminución de la mortalidad debida a mejoras en la alimentación, la higiene, la sanidad y al aumento, en general, del nivel de vida.
Los europeos comenzaron a emigrar en busca de un mejor empleo y estas migraciones se vieron favorecidas por el transporte y las comunicaciones. A partir de 1850 las migraciones transoceánicas fueron las más llamativas. El destino principal fue EEUU que ofrecía a los recién llegados nuevas tierras y una sociedad diferente.