Daños colaterales
Las pandemias añaden a su efecto destructivo sobre la salud unos efectos secundarios inesperados y adversos, llamados daños colaterales.
Los daños colaterales llegan y afectan a todos los sectores de la sociedad; principalmente a la economía y, a través de esta, a los presupuestos de los proyectos, programas, trabajos, etc., que estaban programados antes de la pandemia.
Uno de estos programas afectados es el PUM que se desarrolla en las universidades españolas. Si analizamos la respuesta de las universidades ante el reto de mantener la actividad académica en los PUM durante la pandemia, comprobamos que hay reacciones y soluciones de todo tipo:
- enseñanza presencial con continuidad académica,
- modalidad de formación combinada: presencial y online,
- oferta académica solamente online,
- supresión del PUM durante el primer cuatrimestre, esperando la evolución sanitaria para iniciar el programa en enero de 2021, ofreciendo la formación únicamente durante un cuatrimestre académico,
- anulación definitiva del PUM para el curso 2020/2021.
Esta situación ha ocasionado un gran desconcierto por la falta de consenso con una respuesta a nivel nacional, provocando una desigualdad de oportunidades para las personas mayores según sea la universidad en la que se desarrolle el PUM.
La falta de homogeneidad es la consecuencia de la falta de diálogo para abordar las necesidades de los PUM y llegar a un acuerdo que establezca un reconocimiento a nivel nacional donde se contemple el PUM como una actividad académica universitaria más, en la que la presencialidad es un elemento fundamental de la formación universitaria y por lo tanto también de los Programas Universitarios de Mayores.
Aquí representamos a las personas mayores que han decidido seguir formándose en la universidad a través del PUM y que están sufriendo la carencia de un marco común estatal para el desarrollo de los Programas Universitarios de Mayores, causa y motivo por el que, en estas circunstancias de pandemia, cada universidad ha reaccionado según su propio criterio, dando lugar a que, en muchas universidades, se ha ignorado la importancia de la continuidad académica, suprimiendo estos programas, considerado como un daño colateral.
Acceder a la formación y a la educación, respetar el derecho de las personas mayores a seguir activos y propiciar su participación en las decisiones que les afectan, debe ser prioritario para las personas responsables que, si hubieran escuchado a las personas mayores, el daño colateral que supone la pérdida de un año de formación, no se habría producido y no estaríamos ahora lamentando el perjuicio y la frustración que provoca que una universidad niegue a este colectivo su integración social, impidiendo la promoción de una ciudadanía más abierta, tolerante, crítica y democrática.
Sería un gran paso (y necesario) que las universidades y los gobiernos tuviesen como asesores a personas mayores a quienes consultar y escuchar para la solución de sus grandes problemas. Probablemente, encontrarían mejores y más sencillas soluciones, evitando muchos daños colaterales.
Septiembre 2020