La muerte como una elección
LA MUERTE COMO UNA ELECCIÓN (ATHANATOS)
Desde los principios de la humanidad, el hombre ha buscado el elixir de la eterna juventud. Inicialmente se pensó que esta utopía podía conseguirse invocando a los dioses mitológicos o bien vendiendo el alma al diablo. Incluso que podría ser obtenido con pócimas de complicadísima composición. Hasta que la racionalidad cartesiana y sobre todo la medicina más ortodoxa, nos reveló la imposibilidad de conseguir este sueño. El hombre tiene un principio con su nacimiento y, por consiguiente, esto implica un final con su muerte.
Pero desde hace unos años la ciencia está realizando descubrimientos que hacen tambalear la premisa fundamental de todo el pensamiento filosófico y religioso de la humanidad.
Como principio, el científico tiene que plantearse siempre dudas ante cualquier verdad irrefutable. ¿Puede vencerse la muerte? Perderíamos nuestra naturaleza crítica si negáramos la posibilidad de plantearnos esta incógnita. Hasta hace muy poco esta parecía la única verdad que no podemos negar. La mayoría de la humanidad prefiere ignorar la muerte para no tener que caer en un fatalismo existencialista. Lo malo es que a la ciencia le ocurre algo parecido, cuando se plantea la posibilidad de alejar la muerte. Asumiendo que esta es consustancial con la vida. Lo que no deja de ser un contrasentido, ya que la mayoría de los seres humanos darían lo que fuera por vivir más años.
Pero un sector de la ciencia ha empezado a plantearse estas incógnitas, no desde un punto religioso, para conseguir una vida en el más allá. Axioma científicamente implanteable al no poder demostrar estas cuestiones de fe ya que no resisten el “método científico” que las respalde.
Según los científicos Kurzweil y Grossman el camino de la inmortalidad tiene “4 puentes”, entendiendo como inmortalidad un aumento del tiempo que estamos vivos y en perfecto estado de salud. El objetivo, por tanto, es la búsqueda de la longevidad.
El primero de los puentes sería lo que llamamos vida sana; comida equilibrada, hipocalórica y con reducción de ingesta, alimentos poco elaborados, ejercicio continuado, vacunaciones, no exposición a ambientes contaminados, tóxicos, metales pesados, etc… Todos estos procedimientos que indudablemente son beneficiosos, nos hacen conseguir un ridículo paso para esa longevidad, no más de un 5-10% de aumento de nuestra esperanza de vida.
El segundo puente es lo que se puede conseguir por medio de modificación genética y la utilización de fármacos. Aquí nos encontramos con varios aspectos en los que la ciencia está trabajando muy activamente y consiguiendo resultados asombrosos.
Por medio de la manipulación genética (Crispr) se ha conseguido que ratones aumenten considerablemente su vida, las moscas del vinagre (hasta un 400%), gusanos el doble.
Por medio de la epigenética podemos desactivar los genes de la vejez “gerontogenes” rompiendo la programación celular de la vejez.
También se pueden utilizar fármacos senolíticos que mataran las células senescentes o células viejas del organismo reactivando la regeneración celular.
Podemos, así mismo por medio de la telomerasa, aumentar la longitud de los telómeros y de esta manera alargamos la vida útil del mensaje genético del ADN y activamos la regeneración celular. Imitando la inmortalidad de los tumores cancerígenos.
Los caminos son muy variados y la ciencia descubre cada día pequeños pasos que van avanzando de una manera exponencial. Es difícil hoy en día seguir la velocidad de estos descubrimientos.
Pero tenemos el tercer puente Los Cyborg, la fabricación de clones y la impresión 3D tisular. Por estos tres sistemas introducimos modificaciones de nuestros cuerpos que alargan indudablemente la vida.
Los Cyborg es la utilización de partes mecánicas que sustituyan a las partes biológicas deterioradas. Es un método que ya se usa de una manera habitual. La utilización de prótesis (cadera, dentales, exoesqueletos, etc…) es ya una práctica común. Ahora bien, podemos llegar a situaciones en las que las partes robóticas sean más importantes que las originales, incluso podríamos hacer un robot conectado a un cerebro humano en el que la identidad de este nuevo ser sea su cerebro y todo lo demás un mecanismo para interactuar con el exterior. Este ser duraría todo lo que pudiera aguantar su cerebro.
La otra posibilidad es crear clones a partir de células madre o bien por manipulación embrionaria (oveja Dolly). Estos serían usados como partes de nuestro cuerpo igual que recambios trasplantables, aumentando la longevidad por sustitución continua de las partes deterioradas. Estamos en una situación parecida a la anterior.
Y por último tendríamos la impresión biológica 3D. Con este revolucionario sistema haríamos cuerpos idénticos o mejorados al nuestro. Utilizando una impresora de 3D que inyecta células vivas (previamente cultivadas) con indudables mejoras sobre las originales, sobre soportes artificiales que simularían el tejido conectivo. Este campo está avanzando mucho, ya tenemos hígados funcionales, corazones latientes, parches de epidermis, válvulas cardiacas, etc… Aquí habrá un mercado de reconstrucción del cuerpo a base de órganos fabricados. Conseguir un cuerpo entero no es más que aumentar la complejidad de la técnica. En ningún momento nos encontramos con la imposibilidad de llevarlo a cabo.
Pero si observamos todos los sistemas alargan nuestra vida teniendo un tope: la duración de nuestro cerebro. Siempre y cuando consideremos que es éste órgano el que nos identifica como seres únicos, individuales e irrepetibles.Luego el cuarto puente de la inmortalidad sería la singularidad es decir, cuando consiguiéramos que nuestra consciencia, o sea; la memoria, los sentimientos y la voluntad, lo que podríamos definir como nuestra identidad o bien el “YO”, pudiera ser interpretado de una manera matemática. Como un algoritmo y ser introducido en un sistema informático.
En este momento, sí que conseguiríamos la total longevidad, es decir, el momento en el que la muerte sería escogida a voluntad propia. En este estadío entramos en la tremenda discusión filosófica/religiosa de la existencia del alma como algo extracorpóreo que nos identifica con nuestro yo y por tanto sería en este ente en el que radicaría nuestra identidad. Esta discusión rompería toda posibilidad de una búsqueda racional de la obtención de la longevidad. O tal vez, al contrario, al dejar la discusión de la inmortalidad en la perpetuidad del cuerpo, ya que el alma es eterna, por concepto. Pero todo esto se sale de la discusión científica y por tanto comprobable.
Hay que reconocer que según avanzamos en el paso de los puentes nos acercamos mas a la ciencia ficción; pero, no olvidemos que en la época de Julio Verne todas sus novelas eran pura fantasía.
Animado por esta circunstancia me propuse hace tres años, escribir una novela que dejara a la imaginación la posible explicación de los métodos que la ciencia busca para la inmortalidad. A la vez me planteé que el lenguaje fuera sencillo, entretenido y que contara una historia trepidante y de acción. El resultado es el libro “Athanatos” (Inmortal). En la que relato la vida de un científico que después de tener una vida plagada de desgracias familiares se rebela contra la muerte. Y la vence, entrando en un marasmo inacabable de problemas.
Juan Llopis Climent
Socio , Asociación de Estudiantes Mayores UC3M
Universidad Carlos III – Campus de Colmenarejo -Madrid
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