SEGUIR APRENDIENDO, UN RETO PARA LOS MAYORES
La longevidad puede ser un regalo. Se ha creado una fase de la vida que nos confronta con transiciones desconocidas y las tenemos que superar abriendo caminos alternativos. Activar las reservas de juventud que se conservan permite disfrutar de las oportunidades creativas de esta nueva etapa.
Nuestra existencia cobra sentido cuando tenemos metas concretas, luchamos para alcanzarlas, nos concentramos en ese esfuerzo, hacemos frente a los obstáculos y aceptamos los sacrificios. Y ese sentido, que guía desde dentro nuestras decisiones y conductas, sirve también de apoyo frente a las ansiedades que inevitablemente surgen en la vida de los mayores.
Por qué una vejez vigorosa depende menos de nuestros genes que de nosotros mismos. La mejor estrategia para mantener la salud cognitiva es luchar contra la tendencia a abandonar o restringir las actividades difíciles o complejas y afrontar algún reto que requiera nuevas formas de pensar. Un proyecto nuevo requiere movilizar recursos personales que previamente no se han desarrollado y puede movilizar nuevas energías o habilidades.
En mi estudio de la jubilación (1) encontré cinco propósitos diferentes que orientaban a las personas que entrevisté en su adaptación a la nueva etapa. Una gran mayoría de hombres, identificados con su trabajo, lo continuaron y algunos, libres de presiones externas, aprendían a realizarlo de una forma más libre y creativa. Había jubilados y jubiladas que disfrutaban de aficiones y actividades de ocio, ampliaban sus conocimientos o desarrollaban nuevas habilidades. Los que vivían la jubilación como una oportunidad para renovarse o extender sus horizontes, destacaban por su curiosidad y deseos de cambio. Finalmente, un pequeño grupo buscaba tranquilidad en su entorno doméstico y otro tenía dificultad para definir unas metas propias.
En general, las mujeres doblaban a los hombres en su participación en programas formativos y los más frecuentes para todos estaban dedicados a temas culturales, artísticos, informática e inglés. Tanto ellas como ellos parecían querer compensar sus lagunas formativas. Solo unos pocos completaron unos estudios que les capacitaron para iniciar un nuevo trabajo como autónomos.
Otros, en un plano más íntimo, utilizaban su adquirida libertad para experimentar nuevas formas de actuar y relacionarse. Querían conocerse mejor y/o modificar algunos valores y conductas que, en su opinión, limitaban el disfrute de sus circunstancias actuales. Trataban de superar algunas visiones de si mismos condicionadas por su educación o por las circunstancias que les habían tocado vivir. Estos propósitos de cambio se diferenciaban en algunas metas femeninas y masculinas:
Ellas trataban de afirmarse personalmente, desplazando el centro de sus vidas hacia dentro de sí mismas y escuchando y dando cauce a sus deseos: “Ser la capitana de mi propio barco”, dijo una de ellas.
Por el lado masculino intentaban modificar valores y actitudes estimulados por su dedicación laboral. Un hombre volcado en sus tareas de voluntariado lo expresó así: “Mi peligro es responsabilizarme en exceso y volver a una actitud casi laboral. Estoy tratando de dosificarme, pararme a pensar y no abandonar otras cosas como la familia … Quisiera estar más tiempo conmigo mismo, libre de actividades”. Estrechar lazos familiares y cambiar su forma de valorarse a si mismo y a las personas cercanas estaban también entre sus objetivos.
Después de la jubilación y la independencia de los hijos necesitamos renovar nuestros propósitos, esas razones que nos mantienen vivos y nos impulsan a levantarnos cada mañana. Deben de ser proyectos lo suficientemente exigentes para requerir todos nuestros esfuerzos, pero no tanto como para desmotivarnos y llevarnos a desistir.
Los conocimientos y el intercambio social de los programas de educación continuada exponen a sus participantes a una variedad de estímulos sensoriales e intelectuales que les protegen frente al envejecimiento y les mantienen flexibles y abiertos a los cambios. Y también mejoran ciertas funciones cognitivas, como la memoria o la concentración y parecen retrasar la aparición de enfermedades degenerativas como el Alzheimer u otras demencias
Los mayores podemos seguir aprendiendo hasta muy tarde, aunque nos exija mayor concentración y más tiempo. Si bien el nivel de energía decae y somos menos abiertos y flexibles, hay una serie de recursos mentales que se refuerzan con la edad y favorecen el aprendizaje. La memoria reciente se deteriora, pero la capacidad de establecer conexiones entre lo que se recuerda aumenta. Los mayores tenemos más claro lo que nos importa, nuestras expectativas son más realistas, somos más disciplinados y concienzudos y priorizamos el presente y los objetivos emocionalmente gratificantes. También somos más libres para expresar lo que pensamos y mejores y más rápidos en ver todo el conjunto. Esto último es el resultado de haber hecho muchas generalizaciones y abstracciones. Aumenta también la inteligencia fluida, esa capacidad de usar lo que sabemos y lo que entendemos por sabiduría que, desde un punto de vista neurocognitivo, implica ver patrones, y extraer puntos comunes con experiencias previas para resolver problemas.
Además, el cerebro que envejece cambia gracias a la neuroplasticidad y encuentra otras maneras de funcionar. Puede compensar sus pérdidas gracias a su capacidad para reorganizarse a lo largo de la vida, lo que se llama “optimización selectiva”. Así, los mayores seleccionamos las actividades u objetivos que deseamos conseguir y compensamos, con nuestra experiencia, las facultades debilitadas con otras más desarrolladas. Un ejemplo es el pensamiento abstracto, que significa ir más allá de las apariencias, formar representaciones abstractas y pensar en términos de categorías, un mecanismo compensatorio del deterioro de los sentidos.
Cualquier curso dirigido a mayores deberá adaptar el aprendizaje a las condiciones de las diferentes edades a las que va dirigido y facilitar que los participantes asimilen la nueva información asociándola a su bagaje de conocimientos y experiencias. En un clima de colaboración estos serán participantes activos y no meros espectadores del proceso educativo. Los programas más efectivos irán dirigidos a estimular la curiosidad, la autonomía, el pensamiento crítico y la capacidad de formular preguntas adecuadas. La exploración intelectual y las búsquedas creativas pueden abrir las mentes y devolver la pasión de vivir.
Así que podemos decir con Mario Benedetti: “No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje// perseguir tus sueños, desbaratar el tiempo// correr los escombros y destapar el cielo”.
(1) Freire, Bartolomé (2017), “La Jubilación, una nueva oportunidad”. Madrid, LIDeditorial.
* Este trabajo fue leído en: DIALOGOS UNIVERSIDAD/MAYORES EN EL SIGLO XXI, organizado por FEGAUS y la XUNTA DE GALICIA el 11 de marzo de 2022 en A Cidade da Cultura, Santiago de Compostela.
Bartolomé Freire
Psiquiatra, Psicoterapeuta jubilado