Valor humano en un mundo digitalizado
Sigo manteniendo que estamos viviendo tiempos difíciles, muy convulsos. Algo así como si se avecinase un gran cambio, que tampoco descarto.
¡Cómo se han movido las piezas en el tablero de ajedrez humano desde la Revolución Industrial…!
Pareciera que todo aquello haya mutado y lo que atisbamos se sumerge en una continua incertidumbre.
La Tecnología invade, como una espesa niebla, nuestras vidas.
¿Quién iba a imaginar el “teletrabajo”? O que, incluso, dentro de muy poco serán robots altamente “inteligentes”, quienes conduzcan, repongan productos en los lineales de un supermercado, por poner 2 ejemplos.
Les supongo al tanto de lo que significan palabras como “dataísmo”, “algoritmos”, “Inteligencia Artificial”. Son términos que utiliza el Sr. Yuval Noah Harari (Profesor de Historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén), en su magnífico libro “Homo Deus”, cuya relectura se hace imprescindible, casi obligada, para adentrarnos mejor en el tema.
¿Recuerdan este aforismo “es lo que hay”? Solemos utilizarlo cuando no nos adentramos convenientemente en o sobre algo. Vendría a ser como un “salir del paso”.
La Psicología nos define como “Biología y Memoria”. También como “Neurología y Cultura”.
El Sr. José Antonio Marina, en su libro “La inteligencia fracasada”, dice del ser humano que “estamos en continua transición”.
Nada permanece, también lo argumenta la Filosofía Budista. De ahí que todo, absolutamente todo, constituya una “permanente” “impermanencia”. Y valga el juego de palabras.
No somos los mismos de ayer, ni los de mañana con respecto al pasado.
Las vivencias personales, incluso ésas, mutan o, por decirlo de otra manera, evolucionan. De tal manera que lo vivido hoy, nunca se repetirá de la misma manera. Ni la solución que fue apropiada para un momento, volverá a ser válida en otra ocasión.
Frente a todas estas premisas, el ser humano, recurre a las soluciones que, a priori, tiene más a mano. Y cuando éstas fallan o no las encontramos, recurrimos a otras “instancias”, que se alejan de lo terrenal para adentrarse en lo “místico”. Son formas de proceder respetables y le valen a quién tiene la suerte o la fortuna, de una “fe inquebrantable”.
Aquí, en este plano, siempre nos quedan los sentimientos que cubren un montón de carencias. Es una fortuna que no se hayan dejado a un lado y sean ese “salvavidas”, que suaviza los sinsabores cotidianos.
El Sr. Nelson Mandela, nos regala lo siguiente: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.
Convengo totalmente con el Sr. Mandela. Sostengo que la educación abarca todos los terrenos, incluso los de la cultura, entendida no sólo como “academia”, sino asimismo como una visión más amplia de lo que nos rodea.
Para quien no ha salido de su lugar de nacimiento, su realidad es ésa. Si cambiase a otro lugar de residencia, su realidad sería otra y tendría elementos de comparación.
Las “innovaciones que comportan nuevas formas de vivir y trabajar conducen a cambios sociales de gran calado”. Otro postulado con el también estoy de acuerdo. O que no me quedaría más remedio que aceptar.
Bien. Pero sin olvidar ese mundo de afectos, de profundidad, de buen proceder, de crear lazos que unan y no de armas que separen.
Tal vez, tras todo esto que nos toca vivir, sea lo que nos quede para seguir conservando la condición de seres sociales.
Conservémoslo, sea en la propia vida personal, sea en la colectiva como sociedad.
CARLOS LLORÉNS FERNÁNDEZ.
Universidade de Vigo.