COMIDA DE FIN DE CURSO – AUDEMA.
En esta ocasión AUDEMA nos ha preparado una salida campestre con el fin de celebrar la finalización del presente curso y despedirnos para comenzar unas merecidas vacaciones, aunque luego estemos echando de menos el ritmo vivido en estos últimos meses.
Y nos fuimos a pasar el día a una bonita finca, el Caserío de Henares, perteneciente a la Comunidad de Madrid y utilizada como centro de estudio del medio ambiente, en donde se imparten también cursos de agricultura, además del estudio de la fauna y flora del lugar.
Comenzamos el día con una pequeña marchar de unos cinco kilómetros, a través de senderos establecidos para esta clase de actividades y guiada por Enrique, aficionado agricultor del Caserío y además, socio de AUDEMA, quien en un principio nos explicó la historia de la finca, sus anteriores dueños e incluso recalcó el hecho de que aún se encuentren vestigios en el Caserío del Henares del “tren de los 40 días”, llamado así por la urgencia en construirse en 1938, durante la Guerra Civil e impulsado por Negrin, para unir a través de los primeros kilómetros de la vía estrecha del ferrocarril de la Azucarera de La Poveda, las localidades de Torrejón de Ardoz y Arganda del Rey (Madrid) que luego llegaría hasta Valencia.
Poco a poco fuimos observando la naturaleza que en estas fechas se desborda en colorido y alegría de las aves. Estuvimos en diversos observatorios junto a los humedales que ha formado la presencia del río Henares en estas tierras y en donde se han hecho, para los visitantes, diversos observatorios de aves y anfibios con el fin de no perturbar su vida diaria.
Con una agradable temperatura que ya nos indicaba la proximidad del estío, nos fuimos internando por paseos de moreras desde donde pudimos ver a lo lejos la figura del palacio de Aldovea, con una especial historia, pues al parecer, su estructura actual fue efectuada por el infante don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, hijo de Carlos V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio. En 1802 le fue vendido a don Manuel Godoy y Álvarez de Faria “Príncipe de la Paz”, en casi cinco millones de reales de vellón, quien lo vendió de nuevo, en 1804, al rey Carlos IV que lo destinó a la explotación agrícola. Con la desamortización de 1865, el palacio y las tierras de las que forma parte, pasan a manos del marqués de San Carlos quien introducirá mejoras agrícolas al ponerlas en regadío. Desde 1902, pertenece a los descendientes de don Rodrigo Figueroa y Torres, marqués de Tovar. Como dato anecdótico hay que recalcar que el palacio sirvió de cuartel en el frente del Jarama, adaptándose los sótanos del edificio como refugio.
Siguiendo nuestro camino, Enrique nos va indicando la clase de flora que se puede apreciar en nuestro paseo y que son representativas del lugar como regaliz, cicuta (en grandes cantidades lo que da pie a que a todos se nos despierte la imaginación por los hechos ocurridos con ella en la historia). Además vemos tayares, sauces, fresnos y olmos. En cuanto a
la fauna y aunque no fueron vistos por los senderistas, sabemos que por allí se pasean jabalíes, zorros y mapaches. De sus lagunas disfrutan especies como las nutrias, la garza real y los azulones, además de especies de anfibios.
Ya de regreso al punto de partida y, después de solazarnos un poco, emprendimos la agradable visita por los huertos ecológicos del Caserío en donde decenas de aficionados practican una agricultura ecológica con gran ahorro de agua y en donde se están recuperando cultivos tradicionales de hortalizas y de árboles frutales. Un vergel por el que pasear y apreciar el trabajo que allí se hace. Para muchos fue un gran descubrimiento conocer la planta de las zanahorias, las hojas del nabo que son tan apreciadas en la cocina gallega al utilizarse sus nabizas (primera hoja) y sus grelos (segunda hoja) en el rico caldo y pote gallego.
Y con este espíritu relajado y alegre, decidimos comenzar la comida fraternal y campestre que tanto necesitaba ya nuestro cuerpo. Bajo una hermosa pérgola con buena sombra, comenzaron a llenarse las mesas de estupendos platos que fueron pasando de mano en mano porque la idea de esta comida era, principalmente, el intercambiar entre todos los participantes, los productos que llevábamos. Como siempre, la estrella principal fue la tortilla de patata, como no podía ser de otro modo. Con este buen y relajado ambiente, no faltaron las canciones de todas las Comunidades de España, ni el homenaje a todos los nombres de los allí presentes, a quienes, las improvisadas cantantes, dedicaron parte de su repertorio.
Satisfechos por el estupendo día vivido, a media tarde nos despedimos con el deseo de pasar un agradable verano y volvernos a ver a principios de septiembre para comenzar, nuevamente, otro curso en AUDEMA.
¡Y felices vacaciones!
Kalimera