A Luís, que ya viaja en nuestra memoria
No es que lo tengamos todo visto pero no está bien visto programar viajes en estos tiempos pandémicos que corren, así que opto por re-viajar a través de esas cosas que, con más o menos tino, uno ha ido vertiendo, letra a letra, en muchos de los viajes realizados durante estos años.
Versos de carretera no es, ni más ni menos que una recopilación de ese material con el que os he ido dado la tabarra mientras nos movíamos por esos mundos, siempre guiados por una organización impecable que nunca terminaré de agradecer. Como tampoco terminaré de agradecer que no me guardéis rencor (al menos no tengo constancia) por daros tanto la lata.
Son cosas que no tuvieron otra pretensión que la de entretener esos momentos tan gratamente compartidos. Cosas sencillas nacidas de la observancia de tantas cosas vistas, vividas y sentidas.
Es verdad que mucho de ello se ha perdido, pero aún he podido atropar una buena parte.
Pues eso, os dejo esta geografía de versos porque acaso sirva, si tenéis la paciencia de leerlo, para hacer un corte de mangas al aburrimiento de estos tiempos en los que no podemos movernos mucho y, de paso, rememorar momentos y lugares.
1. Viaje a Palencia (Jun 2015)
Este campo que agranda la mirada,
de horizonte trazado a ras de suelo,
este espejo donde refracta el cielo
haces de sol sobre la mies dorada.
Este paisaje vasto y ondulado
suma de espacios de la tierra llana,
es mosaico de estampa castellana
peinado por siglos de sol y arado.
Este cruzar por la Castilla Vieja
reduce a sed la luz de la memoria,
inmensidad de sol, sombra de encina;
surcos de mies escritos con la reja,
glorias de ayer grapadas a una historia
turbulenta, guerrera y campesina.
Paisajes infinitos y ondulados
Uniformes hasta el aburrimiento
Mar de trigo, temblando al menor viento,
Abrasado por soles despiadados.
Sinfonía de espigas y sarmiento.
Páramo viejo de la tierra arada
Umbrío cuando el sol funde horizonte,
Mosaico parcelado, sin un monte,
Ayer gloria de reyes, hoy de nada.
2. Viaje a Zamora (Sept 2015)
Lejos ya de las fuentes maternas,
somos tranquilidad, sosiego y calma;
pausada sabiduría.
Remanso donde ya se reflejan otras vidas.
Hemos bebido los frescos saberes de mil fuentes;
catado vinos dulces y amargos, en nuestro largo trayecto…
y aún nos queda mucha fuerza y bravura para generar energía,
para salvar las profundas y escarpadas arribes de la vida.
Y largo trecho, antes de que los mares del olvido salgan al encuentro
en nuestro Oporto final.
Somos como el Duero por tierras zamoranas,
plateada serenidad… manso murmullo.
Este Duero que allá en su Soria Pura
fue juvenil torrente, luz y espuma,
ya bebió de mil fuentes, y rezuma,
la sabia savia que ensancha su andadura.
Este Duero que expande sus orillas,
y olvidando su curso enfurecido,
fluye lento a los mares del olvido
por Aranda, Zamora y Tordesillas.
Viejo río tembloroso y calmado
que alejado de su Soria materna,
busca mares de libertad eterna
arrastrando el lamento de algún fado.
En su lecho de fango el Duero encierra
los amargos sabores de una historia
escrita con letras de honor y gloria
en las piedras de esta ibérica tierra.
Testigo de batallas y cruzadas
de viejos pueblos celtas y romanos
que dejaron la huella de sus manos
en castillos, iglesias y calzadas.
Se hace Douro sediento de frontera,
y encajando amplitud en la angostura,
profundiza en arribes de bravura
reflejando el color de otra bandera.
Vasta cuenca de soles donde el vino
madura en mil barricas de madera.
De oporto, rueda, toro y de ribera
bebe aromas el Duero en su camino.
Cuenca de fe, secretos y misterios
guardados desde los lejanos días
en catedrales, templos, abadías,
palacios, castillos y monasterios.
Este río que exhibe su abundancia
bajo los anchos puentes de Zamora,
es serpiente de plata que devora
los remotos arroyos de mi infancia.
3. Viaje a Salamanca y Ciudad Rodrigo (Sep 2016)
Arduo esfuerzo será cerrar maleta
si la llevo, como sardina en lata,
de ropa y “porsiacasos” tan repleta
que ya no hay hueco para la corbata.
Es un arte llenar bien las maletas
de ropas necesarias y precisas;
zapatos, pantalones, camisetas,
paraguas, calcetines y camisas.
Pero al cabo voy encajando todo,
mis cremas, mis pastillas favoritas,
un cargador que busca su acomodo
y la estampa de las cuatro esquinitas.
Arranca autobús, arranca
que vamos pa Salamanca,
que es dama de encantos tales
que de tanto que enseño,
el sacro arte la preñó
y alumbró dos catedrales.
Cuando andes por Salamanca
da a tus ojos carta blanca,
en mirares no repares,
y de admirarla no pares.
¡Oh, bella ciudad que pares
las catedrales a pares!
Con gran aplomo y retranca
mi abuelo siempre decía:
si quieres medrar un día,
a estudiar a Salamanca.
Mi abuelo, que allá en la mina,
nunca hubiera imaginado
que su nieto, “graduado”,
por Salamanca hoy camina.
¡Qué buen día y qué bonita ciudad! Guarda toda su esencia, lo tiene todo, hasta tiene nombre de ciudad.
Plaza mayor donde las haya, hermosa catedral con su deán y sus canónigos barrigudos, iglesias descollando campanarios…
Un castillo, asomado al río, con torre para cautivar doncellas. Doncellas mirobrigenses que cautivan con su agudo taconeo sobre las empedradas calles…
Blasonados palacios de alineada cantería, casonas de abolengo con enrejados ventanales por los que nunca entró el hambre…
Y, extramuros, el vasto campo charro. Ideal llanura para formar ejércitos que ataquen a cañonazos al enemigo del enemigo que se resguarda tras las almenas de su cinturón amurallado… Ciudad Rodrigo es una ciudad como para jugar a las ciudades.
Preciosa catedral. Aunque la conocía, me sigue fascinando. Hoy puse especial atención en el cuadro que escenifica el milagro del obispo ese al que Dios llamó de repente, y al poner el pie en el más allá y oler a chamusquina pidió regresar unas horas a este valle de lágrimas para confesarse y regresar purgado. (¡Qué estaría haciendo el señor obispo cuando fue llamado, con tal prisa y en pecado!).
¡Nos ha jodio!… Y uno toda la puta vida cotizando bondades para ganar el cielo… ¡De haberlo sabido!
Estoy por darme a vicios y maldades, y cuando llegue allá y vea las orejas a Satanás, pedir también unos días para volver a poner en regla todos los papeles que, para pasar, pida San Pedro, ese discípulo que negó tres veces… y le dieron el mejor puesto.
4. Viaje a El Bierzo (Nov 2016)
Humildes rayos de sol
hacen rizos con el agua
que rueda por mil arroyos
en el Valle del Silencio,
(lo de mil es un decir,
nunca voy contando arroyos).
Gotas de agua y luz salpican
la yerba celosa y fría
como perlas del otoño
que el sol templa cada día,
y en las noches de magostos
destella brasas la luna.
Vertedero de colores
que el otoño fue olvidando
bajo un sol de corto vuelo
que abanica con sus rayos
la frágil niebla de un valle
que adormece en mil silencios
(decir mil es un decir,
nunca cuento los silencios)
El Bierzo está hecho de pasos,
oro, templanza y silencio;
de carbón, vino y cerezas;
de fuego, poesía y sueños.
Si cada berciano nace
con un verso bajo el brazo
no es metáfora ninguna
decir que es poesía el Bierzo
Las Médulas.
Ensayando caminos de codicia
violentaron las puertas del silencio,
y turbando el latido de las horas
soltaron perros de agua enfurecidos.
Profanaron el vientre de la tierra
despojando de brillo sus entrañas
para acuñar las glorias de un imperio.
Dejaron, como herencia descarnada,
su corazón legado a la intemperie,
como eterno poema en carne viva,
como una roja herida planetaria,
la vasta cicatriz de un gran silencio.
Por no quedarme dormido
viendo cuán ancha es Castilla
me ocupo en una coplilla
que me dicta ese cocido,
sustancioso y bien cumplido,
que comimos hace un rato
con esa inversión de plato,
sabia costumbre heredada
de asegurar la tajada
antes de cerrar el trato.
Si mientras sorbías la sopa
se llevó la carne el gato,
aprende del maragato
que nada y guarda la ropa.
Brinda con la sabia copa
de la maragatería,
y cual condumio leonés,
no dejes para después
lo mejor de cada día.
Prueba a vivir del revés.
5. Viaje a Sepúlveda y Hoces del Duratón (Feb 2017)
Como al viejo latido de la tierra
se hizo el agua a esta paz encañonada,
donde flota y se funde la mirada
con las verdosas sombras de la sierra.
Con un cañón de paz y mil de guerra
aquí la historia en piedra fue labrada,
y por fueros y muros custodiada,
la huella del pasado aquí se encierra.
Este bronceado toque de campana,
y este rayo de sol sepulvedano
que se clava en el vientre de febrero.
Este leve frescor de la mañana,
esta hambre que te arrastra de la mano
por calles perfumadas de cordero.
Gran señor es el cordero
del campo sepulvedano
que asado con docta mano
es servido con esmero
por fogoso mesonero.
Y con estilo y agrado
es en mesa presentado
en plato lustroso y pulcro
con más ánimo que lucro,
menos virtud que pecado.
Gran señora es la cordera
que en mesa sepulvedana,
libre de balido y lana,
hace ración placentera
desenvuelta mesonera.
La cordera es gran pitanza
asada a la vieja usanza,
jugosa suave y crujiente;
y es en boca de la gente
digna de honra y alabanza.
(Por no alborotar ganado
dejando hembra en el tintero
cito cordera y cordero
manejando con cuidado
el género desdoblado).
6. Viaje a Burgos y Atapuerca (Mar 2017)
Burgos, de capa y espada,
frío, convento y cuartel;
bandera, cruz y cruzada,
morcilla, mesa y mantel.
Donde el rocío es helada
y el gótico su cartel.
Aquí tiene patria el trigo
y el invierno su morada;
aquí templó don Rodrigo
el frío acero de su espada.
Burgos, tierra contrastada
que con frío está en la gloria,
donde un parte de victoria
dejó media patria helada.
Ciudad de paso y pasado
que a su paso el Arlanzón,
como puñal plateado,
rasga en dos su corazón.
Paso donde el peregrino
halla refugio y sosiego;
que cantara en su camino
el juglar pícaro y ciego,
y al no oler limosna y vino
tomó las de Villadiego.
Se baten en mi memoria,
Rodrigo Díaz de Vivar,
gestas sin pena ni gloria
o del Mío Cid el Cantar.
(Y el Parte de la Victoria,
pero ese es otro cantar.)
Y esas góticas agujas
que se clavan en el velo
azul del inmenso cielo
de la ciudad burgalesa.
Y el frío oleaje que besa
verdes trigos y centenos
del páramo burgalés.
Así es Burgos, más o menos,
this is Burgos, more or less.
Este homo tan ancestral
que el tiempo, en mortal abrazo,
arropó en manto de arcilla,
no admiró la catedral
ni dio cuenta de un lechazo
ni degustó la morcilla.