El otro
Salió a la calle, iba oculto con un plástico que le cubría la nariz y la boca, como los forajidos de las pelis del oeste que tanto le acompañaban en la siesta. Sus manos eran de color verde, también plastificadas. Del hombro llevaba colgada una vieja bolsa de tela con antiguos recibos. La mirada escrutadora, los ademanes pausados, pisaba la calle evitando percibir el eco de sus pasos. Sabía que era un sospechoso en la ciudad fantasma. Alguien se cruzó de acera al verle, de lejos… Palpó sus llaves, su móvil, su cartera, sus gafas y una idea.
Si cumplir lo correcto, desde siempre, le había expuesto a esta situación, no iba a ser Lukas Trapaza alguien que dudara ni un milímetro de la línea divisoria entre el bien y el mal. Faltaría más…
Tantos imprescindibles, como él llamaba a los muertos, no habían de haber dejado de ser para nada. Hasta ahí podíamos llegar…
Lukas se imaginó el desfiladero, entre aquellas montañas con ropa tendida en sus ventanas. Evitó los búfalos que sobre cuatro ruedas se desplazaban erráticos, según le parecía…
En fin, Lukas sabía que intentar comprender un mundo, más bien parecía una prueba de esas de concurso de televisión y no una duda razonable a la que dedicar tu voluntad y el resto de tu nobleza.
Escudriñó las esquinas, los rellanos, soportales, alfeiceres y puntos llanos.
Simuló despiste al escrutar vadenes, patios y postrimerías…
Sí.
Parece que existe una verdad por encima de lo evidente.
Aquel vagabundo, mendigo, paria, extraño, ajeno…
Estaba ahí, latiendo, en aquel escondite de lo eterno.
Trapaza puso empeño en no estropiciar su objetivo.
Lo más elegante es disimular el esfuerzo.
Lo más generoso, no ofender al orgullo.
Lo adecuado, carece de disfraz.
Así que dejó sus veinte euros escondidos en una cajetilla de tabaco, junto al susodicho interfecto, coloquialmente hablando…
Claro que era necesario alertar a la población sobre el terrible suceso que imperaba sobre sus vidas.
Resultaba natural y juicioso autoprotegerse como mejor exponente de lo social, solidario y preventivo….
Pero…
Meditó Lukas…
No sin atender la esencia de ser lo que denominan humano.
De pronto le pareció que sobrepasaba algo que se consideraba juicioso.
Adecuado, coherente, formal, previsor, correcto, acertado, cabal…
Se había dado de bruces con la verdad. Sin haberse preparado…
No le servía ni el disfraz para fingir condescendencia, o lo que narices ése palabro pretendiera explicar…
Y lo que es peor, le daba igual.
Quizá porque él comprendía lo que significaba la palabra igual.
No es parecido, similar, afín ni concordante…
Solo es el otro.
Aquel que te contrasta, justifica y completa.
Luis Morales Bellet
Aulas de Formación Aberta
Universidad de Vigo, campus de Ourense