La importancia del estudio de nuestra historia
Repasando mis datos y apuntes de la Historia española en Filipinas para comenzar un nuevo trabajo, consulto un libro del gran cronista de Filipinas, José Montero Vidal, titulado El Archipiélago Filipino y las Islas Marianas, Carolinas y Palaos (Su historia su geografía y estadística); libro editado en Madrid en al año 1886.
José Montero y Vidal, almeriense nacido en Gérgal en el año 1851, pueblo que dista de la capital almeriense tan solo a 50 km. comprendido en la sierra de los Filabres. Escritor, historiador y político. Su educación estuvo siempre cerca de la jurisprudencia, por lo que ocupó siempre cargos en diferentes instituciones gubernamentales y, en general, en la administración española de la Metrópoli. Desde el año 1868, comienza su carrera político-administrativa en las provincias de ultramar, Filipinas y Cuba. De su trabajo en las Islas Filipinas es donde mejor se le conoce como un gran administrador de Correos, de Aduanas y Hacienda. Llegó a ocupar cargos de Gobernador en diferentes regiones de Filipinas. Autor de importantes obras sobre Filipinas desde la política, la administración, la geografía y la etnografía; entre sus obras destacamos (a nuestro criterio la más importante) la titulada, Historia general de Filipinas desde el descubrimiento de dichas islas hasta nuestros días. Editada en Madrid entre 1887-1895, en tres tomos, que fue catalogada con Medalla de Oro en la Exposición General de 1887. Obra de consulta obligada, para cualquier investigador de la Historia de Filipinas.
No pretendemos escrutar ahora sus obras para comentar y escribir sobre diferentes aspectos de la Historia de Filipinas, ya lo hemos hecho en diferentes ocasiones; el motivo de citar a este gran historiador es comentar algunos aspectos del prólogo de su obra, ya citada, El Archipiélago Filipino y las Islas Marianas, Carolinas y Palaos, donde observamos unos comentarios que, presumimos, son de rabiosa actualidad después de casi 150 años de su publicación.
De la lectura del prólogo de libro del Sr. Montero, nos parece importante considerar dos aspectos: En primer lugar, su afirmación del desconocimiento de la Historia de Filipinas por el pueblo español (este autor ampliará ese desconocimiento a los mismos filipinos) y, en segundo lugar, las causas de este desconocimiento.
Las primeras palabras que inician su prólogo, constituyen un lamento que pudiéramos firmar la mayoría de los investigadores actuales de esta sentimental Historia:
El Archipiélago filipino, región la más importante de cuantas posee España allende los mares, es casi desconocido por la generalidad de los españoles.
En este párrafo añadiríamos no solamente el conocimiento del Archipiélago filipino, sino su Historia. En cualquier caso esta afirmación del Sr. Montero, escrita en el año 1886, es tan vigente hoy que no necesitan muchos comentarios. Pero sus lamentos no acaban aquí, cuando continúa escribiendo que,
El último alemán sabe más de Filipinas que muchos de nosotros; y no se crea que nos referimos sólo a los indoctos, sino también a personas cuya ilustración es notoria. Parecerá gratuita, infundada y pretenciosa esta afirmación; pero desgraciadamente, es cierta.
Hemos podido persuadirnos de ello hablando con políticos de primera fila; con escritores de merecido renombre; con militares de alta jerarquía, y con personas muy doctas que, sin fingida modestia, reconocemos infinitamente superiores a nosotros en saber, y cuyas facultades envidiamos con la noble envidia del que conoce cuánto valen, y está lejos de poseer las altas dotes de inteligencia que a todas ellas adornan.
Este aserto es de una incontrovertible honradez del autor. Y lo justifica el Sr. Montero por su conocimiento y lectura de cantidad de obras, sobre Filipinas, editadas en Alemania, en temas relativos a la geografía, la fauna, la historia natural del archipiélago, libros de viajes, etc.
En segundo lugar, como causas de este desconocimiento describe la actitud, y aptitud, de los españoles que, en muchos de sus aspectos, no podemos menos de continuar lamentando en pleno siglo XX1; es decir, pasados 150 años desde la publicación de su obra. El Sr. Montero continúa escribiendo, entre lamentos justificados:
Dimana el fenómeno indicado de nuestra especial manera de ser. Los españoles vivimos muy al día: nos aburren los problemas arduos; nos enojan las cuestiones serias; nos preocupamos poco de lo que está más allá del horizonte que abarca nuestra vista. Un sol espléndido nos atrae con superior influjo a disfrutar de sus vivíficos rayos; las enconadas luchas de los partidos políticos y los debates parlamentarios personalísimos y ruidosos, nos interesan más que todas las colonias habidas y por haber; se lee poco: la casi totalidad de los españoles contemplan las obras que los libreros exponen en sus escaparates, como suelen verse las plantas de un invernadero; raros son los que en España compran libros, y más raros todavía los que, aun comprándolos, los leen. Conocemos muchos hombres de posición, ¡quién no los conoce! que poseen lujosas y bien repletas bibliotecas, cuyos volúmenes jamás merecieron el honor de que su dueño los hojease. Inútil decir que si alguna lectura les seduce, son los libros de mera distracción.
Cuánta certeza albergan estas palabras escritas en nuestra cotidiana realidad del año 2023. Tal vez, debamos pensar que la cultura y conocimiento del siglo XIX no era la misma de la que disfrutamos hoy, y este autor piensa que ahora se lee bastante más, pero siempre alrededor de lecturas poco formadoras de criterio (tal vez, al contrario, deformadoras), novelas folletinescas, que pasan de mano en mano, o se recomiendan, resultando una larga cadena de lectores aficionados a las mismas lecturas; y si son de autores extranjeros, la aceptación puede ser mucho mayor.
Sin embargo, las lecturas formativas, como pueden ser las que amplían el conocimiento de nuestra propia Historia, se consideran siempre manipuladas, difíciles de entender e interpretar; lecturas que inviten a la investigación, a la formación de un criterio, cada vez más necesario, para poder discernir las manipulaciones interesadas de los cultiparlantes políticos que se asoman a la televisión, en lugar de contratar a verdaderos cultiparlantes en las múltiples tertulias de las televisiones.
No me canso de invitar a mis lectores a la necesidad del estudio de nuestra propia Historia, en orden a no ignorar nuestras señas de identidad y, como consecuencia, evitar perder nuestra dignidad como nación a la que estamos obligados por nacencia.
Continúa su relato el Sr. Montero Vidal, exculpando esta ignorancia con unas palabras cuya actualidad está históricamente periclitada, y que se refieren exclusivamente a la política de finales del siglo XIX en Filipinas, pero que pueden servirnos para interpretarlas y trasladarlas a nuestra realidad actual.
¿Cómo, pues, exigir a un pueblo así constituido, que conozca el valor de un país que nos envidian las más prósperas y ricas naciones, y que codician los imperios poderosos? ¿Cómo ha de preocuparse del desarrollo de sus múltiples elementos de riqueza, ni de llevar a él su actividad y sus recursos para emancipar su valioso comercio del poder de extranjeros?
Pero en sus críticas no exculpaba a los gobernantes a los que, en ocasiones, no evita ridiculizarlos justificadamente,
… ¿Y qué decir de los Gobiernos? como otro célebre consejero de la Corona (que proyectó) la conducción por tierra de una remesa de fondos desde la isla de Cebú a la de Mindanao [1]. Y si actos de tal naturaleza y otros, no por menos ridículos, igualmente desatentados, demuestran el completo desconocimiento de un país cuya alta gestión desempeñan, ¿qué reformas necesarias, qué mejoras positivas, qué organización más perfecta, que útiles proyectos ni qué pensamiento acertado podían realizar estos ministros? [2]
No acabamos los españoles de educarnos en nuestra Historia, ni nos preocupa el obligado conocimiento de la misma. Esta actitud, tan extendida hoy, pudiera dar a entender que queremos ser los eternos conquistados por la estulticia y la mentira histórica internacional, que con tanta eficiencia han conseguido los tradicionales y fieles enemigos de España.
Finalizar con esta situación, debería ser el objetivo de los diferentes gobiernos, y que deberían exigir la mayoría de los españoles, si todos tuviéramos el mínimo sentido del patriotismo.
Juan Hernández Hortigüela
Miembro de la JD de ADAMUC
Universidad Complutense, Madrid
Madrid, borrascas en el ambiente, 17 de octubre de 2023
[1] Destaca esta incongruente decisión de un gobernante, ignorante por demás, cuando para ir de Cebú a Mindanao era necesario ir en barco y no por tierra.
[2] [2] Los párrafos en cursiva del artículo, están transcritos de la obra de José Montero y Vidal, El Archipiélago Filipino y las Islas Marianas, Carolinas y Palaos (Su historia su geografía y estadística) en las primeras páginas de su prólogo. Libro editado en la imprenta y fundición Manuel Tello, Impresor de Cámara de S.M. Calle Isabel la Católica, 23, Madrid, 1886