Si las estatuas hablasen
San Isidro en Madrid
Finalizado ya el mes de mayo, un mes en que los madrileños no hemos podido acudir a los lugares donde tradicionalmente evocamos y festejamos a San Isidro, aunque todos le hemos recordado con cariño. San Isidro es un santo muy especial, el primer seglar, de humilde condición, que fue llevado a los altares. Y esto siempre se ha celebrado en Madrid por todo lo alto como vamos a evocar.
Aquí tenemos, en el parque de la Dalieda, junto a San Francisco el Grande, uno de los monumentos que la ciudad le ha dedicado. Se titula San Isidro y el ángel que vela su sueño y estuvo junto a otras tres esculturas desde 1952 situado en la glorieta de San Vicente, adornando una fuente en honor de Juan de Villanueva, el gran arquitecto del siglo XVIII.
En 1995 la fuente fue desmontada para alzar en su lugar una réplica de la antigua Puerta de San Vicente, siendo trasladada la fuente al parque del Oeste, al paseo de Camoens, pero ya sin las otras cuatro esculturas que el escultor Santiago Costa Vaqué (Tarragona, 1895-1984) había realizado. Entre ellas esta que aquí vemos y que en 2007, previa restauración en el taller de canteria del ayuntamiento, fue instalada en este parque de la Dalieda, que ocupa el espacio del antiguo convento de San Francisco y desde donde podemos admirar una de las más bellas perspectivas de Madrid.
El proceso de canonización
El proceso seguido por la Iglesia Católica para declarar la santidad de sus fieles fallecidos fue evolucionando lógicamente a través de los siglos. La veneración de los santos comenzó por el culto público que, en la época romana, consistía en la veneración a los mártires en sus sepulturas por parte de los cristianos. Pero ya desde el siglo III se empezó a recomendar una rigurosa investigación para verificar su presunta santidad.
En el siglo XIII se determinó que fueran los Papas los que ejercieran exclusivamente esa facultad y así se hizo hasta que, en 1588, el papa Sixto V creó la Sagrada Congregación de Ritos que, entre otras misiones, intervenía directamente en los procesos relativos a las beatificaciones y canonizaciones que, posteriormente, proclamaba el Papa.
Es muy interesante leer la novela de Morris West titulada El abogado del diablo, publicada en 1963, sobre un complicado proceso de canonización.
En 1621 fueron canonizados a la vez por el papa Gregorio XV, y durante el reinado de Felipe IV, Isidro Labrador, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y Felipe Neri.
Fiestas en Madrid con motivo de las canonizaciones
Las fiestas que con motivo de la canonización de cuatro españoles, y entre ellos del madrileño Isidro, se celebraron en Madrid en la primavera de 1622 fueron sonadas. Las arquitecturas efímeras adornaron calles y plazas como la de la Cebada en el barrio de la Latina, donde habían vivido y trabajado Isidro y su familia.
Y nada menos que Lope de Vega intervino directamente en esta celebración, pues al parecer tenía una especialísima devoción por Isidro Labrador, al que ya en 1599 había dedicado un poema lleno de ingenio y de gracia netamente madrileña. Ahora para estas fiestas de 1622, le dedicó una trilogía escénica: La niñez de San Isidro, La juventud de San Isidro y San Isidro, labrador de Madrid.
Las tres formaron parte de un libro publicado en ese mismo año con el larguísimo título de Relación de las fiestas que la insigne Villa de Madrid hizo en la canonización de su bienaventurado hijo y patrón San Isidro, con las dos comedias que se representaron y los versos que en la Justa poética se escribieron.
Y escribió el propio Lope: “Representáronlas con rico adorrno (…) la riqueza de los vestidos fue la mayor que hasta aquel día se vio en teatro. Salieron sus Majestades y Altezas a los balcones bajos del Palacio (…)”
Otra decisión tomada con motivo de la canonización de Isidro fue que a la humilde parroquia de San Andrés, una de las más antiguas de la ciudad y que fue muy frecuentada por Isidro y su esposa María Toribia, se le adosara una capilla digna del patrono de Madrid para darle un enterramiento fastuoso. Esta lujosa capilla fue financiada por el rey Felipe IV, el ayuntamiento de Madrid y los virreyes de México y Perú.
En el siglo XVI se le adosó a San Andrés la conocida como Capilla del Obispo, a la que se trasladó en 1535 el cuerpo del santo por orden del obispo Gutierre de Vargas Carvajal, lo que dio lugar a discordias entre ambas capellanías, hasta que veinticuatro años después el cuerpo de Isidro retornó a su emplazamiento original.
Pero tras la expulsión de los jesuitas en 1767, Carlos III ordenó que el arca de San Isidro fuese trasladada a la que había sido iglesia del Colegio Imperial, desde entonces llamada Colegiata de San Isidro.
Cúpula de la Capilla de San Isidro con esculturas de Manuel Pereira.
La Capilla del Obispo en primer término, detrás vemos la torre de la parroquia de San Andrés y parte de la cúpula de la Capilla del Santo en dicha parroquia.
Altar Mayor de la Colegiata de San Isidro
Vida de San Isidro
Isidro nació en el año 1082 y falleció en 1172. Era un labrador y pocero mozárabe (así se denominaba a los cristianos que vivían en las zonas árabes) al servicio de la poderosa familia de los Vargas, amos de Isidro. En el palacio de esta familia vivió Isidro con su esposa y su hijo.
El palacio original de los Vargas fue demolido y en su lugar levantaron otro los Lujanes, el cual en 1972 también se derribó, aunque se conservaron el patio con sus escudos y la capilla del siglo XVI, donde la tradición sitúa la vivienda donde vivió y murió San Isidro.
Cuando murió Isidro, fue enterrado en el cementerio junto a la iglesia de San Andrés, en el mismo arrabal donde había vivido.
En 1213 el rey Alfonso VIII entró victorioso en Madrid, donde ya Isidro era muy venerado por el pueblo y manda levantar una capilla en su honor en esta iglesia de San Andrés y allí se depositó su cuerpo incorrupto en un arca.
Pasan casi tres siglos y en 1504, al realizar un inventario de bienes en la parroquia de San Andrés, se descubre junto a su cuerpo incorrupto en aquella arca mortuoria un códice escrito en pergamino de veintiocho folios, datado en torno al año 1270. Se compone de dos partes y unos añadidos del siglo XV con datos de su vida y milagros atribuidos.
El Museo de San Isidro, o de los Orígenes de Madrid, Fue inaugurado el 15 de mayo de 2000 en los terrenos ocupados por el primitivo Palacio de los Vargas.
La pradera y la fuente de San Isidro
Este año de 2020, y como decíamos al principio, nos hemos quedado sin poder ir a beber el agua de la fuente de San Isidro junto a su ermita en el conocido como cerro de San Isidro
Ni tampoco hemos podido ir a la pradera a celebrarlo, pero siempre podremos evocar la fiesta gracias al genio de Goya que nos dejó, en 1788, el testimonio de un boceto portentoso de Madrid y su río Manzanares en un dia de San Isidro y los inmortalizó por siempre.
Nada menos que veintiséis metros cuadrados de superficie tenía que pintar Goya con este tema, así que estaba muy preocupado y se lo hizo saber a su amigo Zapater: “No las tengo todas conmigo, pues ni duermo ni sosiego, hasta salir del asunto…”.
“La pradera de San Ysidro, en el mismo día del Santo con todo el bullicio que en esta Corte, acostumbra haber”, así lo definió Goya.
Ahora esto es lo que vemos, el Palacio Real y también la cúpula de la entonces recién terminada iglesia de San Francisco el Grande.
Pero, aunque no se ven ni el rio ni el puente de Segovia ellos siguen allí, y con algunos cambios que, afortunadamente, los han realzado.
Y así terminamos pidiendo a nuestro Santo Patrón ante esta hornacina, desde donde nos contempla en el puente de Toledo sobre el Manzanares, que pronto acabe esta pandemia que tanto dolor y tantas pérdidas de valiosas vidas humanas nos ha traído.
María Rosa Fernández Peña
Miembro de la junta directiva de ADAMUC de la Universidad Complutense, y vocal para los paseos por Madrid.