Negra sombra
La pandemia persiste, ha pasado a un segundo plano por la necesidad de volver a la vida “de antes”, pero seguimos en alerta y combatiendo; e inmersos aún en esa lucha nos alcanza una guerra que nos ha cogido por sorpresa, psicológicamente debilitados, apoderándose de nuestro día a día y además acompañada de una nueva crisis económica.
Estamos bajo una nube negra que nos dificulta ver un futuro esperanzador, como si tuviéramos un velo en la mirada; vemos en blanco y negro y, sin embargo, continuamos con nuestras rutinas, aunque nos supongan más esfuerzo mental, más esfuerzo físico y más esfuerzo económico. La gran capacidad de resiliencia que tenemos, esa habilidad adquirida con la que el ser humano afronta y se recupera de la adversidad, nos permitirá retirar el velo de nuestros ojos para ver los colores que nos rodean, como el azul del cielo y el mar, donde es posible viajar, volveremos a tener una mirada libre, ver el color verde, el color del mundo vegetal, de la vida abriéndose paso constantemente y el color de la esperanza.
Ovidio (poeta romano 43 a. C.- 17 d. C.) señala que necesitamos esperanza, que esta es una necesidad ontológica, inscrita en nuestro ser: “La esperanza hace que agite el náufrago sus brazos en medio de las aguas, aun cuando no vea tierra por ningún lado”.
Aristóteles (filósofo griego 384 a. C.- 322 a. C.) definió la esperanza como “el sueño del hombre despierto”, en el sentido de los anhelos hacia los que corremos y que dan sentido a nuestras vidas.
Aquí seguimos, despiertos y soñando a pesar de los pesares que se nos acumulan, viendo los colores de la vida a través de las dificultades, agitando los brazos, intentando lo imposible para conseguir lo posible.
No cabe duda de que superaremos esta situación, aunque por el camino tengamos grandes pérdidas, unas pérdidas que servirán de experiencia para encontrar nuevas fortalezas.
La negra sombra nos acompaña.
Nin m’abandonarás nunca,
Sombra que sempre m’asombras.
(últimos versos del poema Negra sombra de Rosalía de Castro)