SALIDA CULTURAL A MUROS
5 de mayo de 2023
Luego de superar no pocos escollos, consecuencia de la seguramente razonable reivindicación de los trabajadores del sector de transporte de viajeros por carretera, y con una ligera modificación del horario inicialmente previsto –hubo que madrugar una horita más-, se puso en marcha la salida cultural con destino a Muros y su entorno, con el buen ánimo que nos caracteriza y la ilusión de siempre. Mágoa que estas dilaciones en el tiempo hayan ocasionado la suspensión de otra salida, igualmente interesante, que estaba programada.
Así, de un tirón, en menos de dos horas, nos plantamos en la parroquia de Seres, en las inmediaciones del Muíño das mareas (conocido en la actualidad como do Pozo de Cochón pero originalmente llamado de Bazarra), donde nos esperaba una guía que, de forma amena y didáctica, nos puso al corriente de la importancia y los antecedentes de esta entidad, promovida con criterios ya empresariales (sus servicios se retribuían en dinero contante y sonante, al contrario de lo que sucedía en los tradicionales que, o eran de propiedad compartida o lo compensaban con la maquila), a principios del siglo XIX, por un emigrante retornado de América, de cuyo nombre lamento no poder acordarme; quien, en 1930, ya lo había vendido a un ciudadano de origen francés.
Interior del museo del Pozo de Cochón
Lo que era, sin duda, es un emprendedor avispado que, sabedor de las escasas posibilidades de la zona de disponer de molinos tradicionales, dada la ausencia de ríos con caudales y desniveles suficientes para permitir su funcionamiento, se planteó la construcción de este ingenio.
Llama la atención su tamaño –contaba con seis moas-, el buen estado general de conservación tras la restauración efectuada y su singularidad, que lo sitúan entre los más importantes del continente; si bien la zona de retención del agua de subida de las mareas –un dique de más de 230 m de longitud- está un tanto desfigurada.
De factura más reciente, pero con los mismos criterios constructivos, se levantó una nave anexa, que tuvo diferentes usos (aserradero, casa de baños, almacén, …), y que en la actualidad funciona como centro cultural, en el que, de forma modesta pero muy meritoria, están recogiendo piezas de valor arqueológico (nos llamó particularmente la atención la reproducción del petroglifo Laxe das Rodas que, supuestamente, representa un calendario luni-solar).
En el casco viejo de Muros
Concluida la visita, nos dirigimos, en el autobús (algunos hubiéramos preferido ir caminando por el bien tratado paseo marítimo), al Curro da Praza. ¿Dónde si no?, ya que constituye el centro neurálgico de la villa. Allí, después de un corto espacio de tiempo para tomarse un refrigerio (e incluso curiosear alguno de los puestos del mercadillo ambulante de los viernes), nos recogió otra guía, esta perteneciente a una Asociación socio-cultural sin ánimo de lucro (Adisbismur) que nos encaminó, siguiendo la ruta Muros Auga e Sal, hacia la antigua Colegiata de Santa María do Campo.
Su primera explicación fue para intentar deshacer el galimatías de su denominación. En efecto, se trata de la antigua Colegiata de Santa María, levantada sobre una iglesia románica, pero desde la desaparición de la iglesia parroquial de San Pedro, pasó a ostentar dicha condición, por lo que oficialmente es la Iglesia parroquial de San Pedro de Muros, sin perder en ningún momento entre el vecindario el apelativo de Colegiata. No sé si queda claro.
Colegiata de Muros
Lo que si tuvimos claro fueron las magníficas explicaciones que nuestra guía nos proporcionó sobre el templo y sus connotaciones históricas. Un edificio que, como tantos otros de esta naturaleza, está configurado con diferentes y sucesivos estilos arquitectónicos. Así, la portada, recuperada del templo primitivo, es románico, el cuerpo general -cuyo conjunto recuerda la forma de una quilla de barco invertida-, es gótico marinero y la torre-campanario adosada, inspirada en la Berenguela, es barroco “compostelano”.
Muchas son los detalles de interés, tanto del propio templo como de los espacios musealizados que posee; pero en los que puso más énfasis fueron los tres siguientes:
- La Pila del Agua Bendita, que contiene en su interior un sobre relieve en forma de serpiente, con rostro humanizado y con la lengua fuera. Se cree que representa el pecado sumergido en el agua bendita, con lo que quedaría purificado (algo así como el lado benéfico del reptil). Al parecer podría tratarse de un ejemplar único, aunque con remotas analogías en algún lugar de Italia.
- Las estrellas de peces, símbolo del Gremio de los Mareantes grabadas en la convergencia de los arcos que culminan la bóveda de sendas capillas laterales, patrocinadas por el mencionado gremio, y
- La imagen pétrea policromada de Santa Ana triple (Abuela, Madre e Hijo), procedente de la antigua iglesia parroquial; que posee la peculiaridad de presentar mutilaciones, probablemente intencionadas, con el fin de desfigurar ese aspecto de adoración triple, impropio de la ortodoxia dogmática. Otra particularidad, aunque esta más extensible a otras imágenes de Santa Ana, es que su brazo derecho es de madera y desmontable, a fin de que pudiera ser desplazado a diferentes lugares en auxilio de las mujeres en situación de parto.
Completada la visita a la ex colegiata, con subida a la torre incluida, ya sin más guía que Rosy, nos disponemos a efectuar un recorrido por el casco antiguo, un laberinto de calles que convergen en plazoletas, que conservan todo su encanto medieval. Hay que recordar que Muros ha sido declarado Conjunto Histórico –Artístico hace ya más de cincuenta años.
Como quiera que teníamos una cierta limitación de tiempo, Rosy nos marcó como tres metas: La Plaza del Mercado (con su moderno edificio dotado de unas preciosas escalinatas), el pintoresco Arco de D. Diego (una estructura gótico-medieval) y, nuevamente, el Curro da Praza (donde destaca, entre otros, la Casa Consistorial y el antiguo Teatro Mercedes, de estilo modernista, construido en 1925 y “milagrosamente” conservado).
Plaza del mercado de Muros
Con ello, y previo el paso reparador por el restaurante Don Bodegón, dimos por concluida la jornada de mañana.
Tras el café y las infusiones nos dirigimos al autobús, disfrutando del paseo y de la agradable temperatura que nos acompañó durante todo el día, al mismo tiempo que contemplábamos la placidez de la ría de Muros-Noya y la importante flota pesquera de bajura amarrada en los pantalanes, pero también los esqueletos de antiguas fábricas conserveras que dan idea de la importante industria alimentaria que existió en la población.
Una vez en el bus, iniciamos la ruta, bordeando la costa, para dirigirnos a las fervenzas do Ézaro. Aunque en un primer momento la placidez de la conducción y la hora invitaban a la somnolencia, pronto desapareció esta sensación al observar el esplendoroso y cambiante paisaje. Primero la ensenada de san Francisco, con extensa playa, para descubrir después de unas cuantas curvas, la de Louro que destaca por su anchura y por formar una barrera arenosa que dio lugar a una lagoa interior, todo ello en la parroquia de Louro.
Pasado un pequeño promontorio, nos encontramos con la playa de Lariño, ya en el municipio de Carnota que destaca por su blanca arena y por el color turquesa de las aguas que la bañan. En las inmediaciones, pero sin ocupar espacios próximos a la playa hay varios establecimientos hoteleros que tienen actividad en los meses de verano, así como instalaciones deportivas. A partir de aquí se suceden estrechas playas en las que comienza una exuberante vegetación que asciende hasta la carretera y que continúa monte arriba sin que ninguna construcción humana perturbe su verdor hasta llegar a la localidad de Lira que se esparce desde la carretera hasta las pequeñas playas y el puerto de pescadores, siguiendo después el trazado de la carretera.
Sin solución de continuidad nos encontramos con la extensa playa de Carnota que forma una amplia ensenada, muy visible porque las construcciones se alejan de la costa. Al pasar por la población intentamos vislumbrar el hórreo de Carnota que tiene fama de ser el de mayor tamaño de Galicia, pero los edificios que bordean la carretera lo impidieron. Algunos de los compañeros opinaban que este hórreo “tiene la fama, pero otros cardan la lana”. Efectivamente, después de consultar con las “fuentes autorizadas”, comprobamos que el de mayor longitud (37,05m.) está en Araño (Rianxo), el segundo (36,53m) se encuentra en Lira (Carnota) y el tercero, de 34 m. es el ubicado en la población de Carnota.
Unos kilómetros más adelante vemos a la izquierda la playa de Pindo y a la derecha el monte del mismo nombre, para seguidamente, ya en el concello de Dumbría, cruzar el puente sobre la pequeña “ría de Ézaro” en la que el río Jallas se “despeña” literalmente por una impresionante formación granítica desde 40 metros de altura, formando varias fervenzas.
Fervenza do Ézaro
Una vez que bajamos del bus, un sendero muy cuidado nos lleva hasta las proximidades del espectáculo visual y sonoro de las fervenzas de Ézaro, aunque no estaban en su mejor momento ya que hacía varios días que no llovía. En las inmediaciones hay tres centrales hidroeléctricas alimentadas por el agua que varias tuberías conducen desde la cima de la catarata hasta las turbinas.
Tras guardar en las cámaras fotográficas las imágenes personales asociadas al paisaje, retornamos al autobús para emprender el camino de regreso a Vigo, porque, aunque Rosi había propuesto llegar hasta Finisterre, no fue posible por el tiempo que necesitaríamos para ir y regresar a tan emblemático lugar, al que sin duda organizaremos otra visita cultural.
Leonardo P. Ferreiro, secretario
Feliciano González, vicepresidente
de la JD de Aulas de Formación Aberta
Universidad de Vigo, campus de Vigo