

A Luís, que ya viaja en nuestra memoria
No es que lo tengamos todo visto pero no está bien visto programar viajes en estos tiempos pandémicos que corren, así que opto por re-viajar a través de esas cosas que, con más o menos tino, uno ha ido vertiendo, letra a letra, en muchos de los viajes realizados durante estos años.
Versos de carretera no es, ni más ni menos que una recopilación de ese material con el que os he ido dado la tabarra mientras nos movíamos por esos mundos, siempre guiados por una organización impecable que nunca terminaré de agradecer. Como tampoco terminaré de agradecer que no me guardéis rencor (al menos no tengo constancia) por daros tanto la lata.
Son cosas que no tuvieron otra pretensión que la de entretener esos momentos tan gratamente compartidos. Cosas sencillas nacidas de la observancia de tantas cosas vistas, vividas y sentidas.
Es verdad que mucho de ello se ha perdido, pero aún he podido atropar una buena parte.
Pues eso, os dejo esta geografía de versos porque acaso sirva, si tenéis la paciencia de leerlo, para hacer un corte de mangas al aburrimiento de estos tiempos en los que no podemos movernos mucho y, de paso, rememorar momentos y lugares.
13. Viaje a El Toboso (Sep 2018)
¡Oh, Bella Dulcinea del Toboso!
dama inmortal del más loco andariego;
fuiste la envidia del queso manchego,
panal de miel en paladar goloso.
Musa de amor que excitaste la llama
del hombre que encumbrara las locuras,
que diote más honores que apreturas
y más horas de gloria que de cama.
Yo, en justa, retaría a don Quijote
para yacer contigo en sin par cita
y ver la luz de esta Mancha infinita
desde la balconada de tu escote…
14. Viaje a Peñafiel (Feb 2019)
Es Peñafiel, por lo visto,
villa fiel con mucho listo
(entiéndase listo y lista).
Es lugar con larga lista,
de barones y “baronas”,
nobles y gente sencilla,
que dieron gloria a esta villa
de emblemáticas casonas.
Fue idea de algún vecino
hacer un coso taurino
para encerrar al astado
que embestía por el prado.
Pero no estuvo muy fino,
como hoy mismo he constatado:
lo que aquí embiste es el vino.
Cual buque petrificado
tiene, a lomos de una loma,
un castillo que se asoma
al Duero que corre al lado.
Castillo bien encumbrado
que entre sus muros encierra
el saber y la memoria
para contarnos la historia
de los vinos de esta tierra.
15. Viaje a Teruel (Mar 2019)
A estos dos les sucedió
lo que a todos los amantes:
cuando uno muere después
es que el otro ha muerto antes.
En la plaza del Torico,
salí a bailar una jota,
en la plaza del Torico,
y una maña que bailaba
me miró y torció el hocico.
Hay que tener más salero
para bailar una jota
que pareciera, me dijo,
que arrastras la pierna rota.
En jotas ando escasico
pero, como buen cazurro,
en otras artes me muevo
mejor que el mejor baturro.
Ven conmigo a ver la luna,
al oído me dijiste,
y en el roce de la noche
verás que Teruel existe…
Traemos una compañera
que no gusta del secano,
le gusta ir de mano en mano
y degustar con cualquiera.
Es de piel blanda y va en cueros
pasando de boca en boca
y si palparla me toca
no pongo a su lloro peros.
Cuando ante mi se destapa
fresca, suave y generosa,
de su boca bondadosa
ni una gota se me escapa.
Y si su piel acaricio,
sin recato ni sonrojo,
pinta mis labios de rojo.
Y al terminar su servicio
de cualquier mal me reflota,
me anima y me tonifica,
pues del vino es gran devota.
Sana más caldo de bota
que jarabe de botica.
16. Viaje a Grecia (May-Jun 2019)
Grecia de tierras y mares,
de escabrosa geografía
donde los dioses un día
cimentaron sus hogares.
Grecia tronco de cultura,
árbol que extendió ramaje
de donde brotó el lenguaje,
que heredó nuestra escritura.
Somos la senda de espuma
de este barco que navega
rozando, en la tarde griega,
la tibia luz que se esfuma.
Somos la sombra del puma
el fresco fruto del ema.
Somos arenal que quema
la blanda piel de las olas,
susurros de caracolas
sonorizando un poema,
barca que en la tarde rema,
efímeras amapolas.
Gracias, Jesús de la Villa
por habernos hecho ver
la huella de nuestro ayer
en una simple tablilla
y en mil cántaros de arcilla.
Gracias por habernos dado
un saber que nunca sobra,
y por haber trasladado
tus clases a pie de obra.
17. Viaje a Extremadura (Oct 2019)
Querido Antonio, te cuento:
Te cuento que ya vamos en el autobús camino de Cáceres, lo que no te cuento es cuántos vamos, no ha habido quien nos cuente…
Sabemos que una tal Fuerza Mayor te tiene retenido y no te permite acompañarnos pero para fuerzas mayores nosotros, así que, de alguna manera, aquí vienes, con todos.
Aprovecha que estás donde estás y pide que te dejen colocada una vía directa a las venas del alma para irte inyectando estos días un goteo constante de ánimo y cariño.
Bueno, por esta vez pase, pero si se repite no descartamos organizar una operación pacífica (som gent de pau) para ir a rescatarte.
Caminos de la extrema Extremadura
escritos en cartas de navegantes,
gastados por mil botas trashumantes,
caminos de conquista y aventura.
Caminos que la Historia, en su andadura,
con su paciente mano fue trazando,
caminos que el tiempo fue dibujando
por la dura y extrema Extremadura.
Caminos que en las tardes cacereñas
como rutas de luz rasgan el cielo
dando paso, entre torres de alto vuelo,
al raso transitar de las cigüeñas.
Caminos de la dura Extremadura,
caminos de la mar, vías de plata,
vías de Adif, con trenes de hojalata,
arrastrados a paso de herradura.
Caminos, sendas, puentes y calzadas
con la huella de Roma en su empedrado,
caminos del presente y del pasado,
que guardarán también nuestras pisadas.
Mientras nos vamos haciendo al camino y a esta tempranera noche, me doy a la meditancia para no caer en adormilamiento. Pienso en todo lo que vimos en este viaje programado, como reza el escudo de Plasencia, “para agradar a Dios y a los hombres” (y mujeres…). Pienso en lo que vimos y en lo que no vimos. Pienso en esa Extremadura que no vimos pero que yo sí capté. En esa Extremadura tan emparentada con León en dejes, dichos y guisos. Con esa semejanza de costumbres y esa carga de saberes, sabores y decires que rabadanes, zagales y motriles, rumiando añoranzas, trajeron en sus zurrones durante siglos de trashumancia. Una cultura pastoril que bajó, desde las lejanas montañas de mi tierra, por cañadas, sendas y cordeles.
(“Ya se van los pastores a la Extremadura,
ya se queda la sierra triste y oscura.
Ya se van los pastores, ya se van marchando
más de cuatro zagalas quedan llorando…”).
O esa otra cultura que transitó por la vieja Vía de la Plata, por donde no viajó plata alguna, pero anudó para siempre la Emérita Augusta y la Astúrica Augusta, importante eje de culturas entre León y Extremadura.
Perdón por el rollo y gracias a todos por vuestra grata compañía.
Gracias a los organizadores por regalarnos el oro de su tiempo y en especial a Antonio al que deseamos una rápida recuperación, porque nos hace mucha falta para esto del turismo gastro-cultural.
Aunque, entre tantos manjares,
no hayas olido ni un plato
dispones de buen olfato
para elegir los lugares…
18. Viaje a Madrigal de las Altas Torres y Arévalo (Feb 2020)
De los días de febrero,
es el día veintinueve
el que menos luce el sol
y el día que menos llueve.
Este pueblo enladrillado
con sabor isabelino
en su vientre guarda un vino,
como el que ahora hemos catado,
con retrogusto a pecado.
Cada noble iba a su bola
tirándose a la Bartola
cuando Isabel despertaba
en este pueblo y mamaba
la mala leche española.
En Arévalo vivió
y pasó su edad temprana
esa reina castellana
que honor y gloria nos dio,
y allende mares llevó
la intrépida sangre hispana.
Noble y cristiana severa,
envuelta en piel de monjita,
nadaba en agua bendita
temiendo que en la bañera
la fe se le disolviera.
Con tanta torre y campana
no es extraño que Isabel
saliera en el tiempo aquel
católica y soberana,
y odiara la palangana
y el agua, en aquellos fríos
a pesar de haber dos ríos
abrazando la ciudad.
Era más su majestad
de descabezar judíos.
Gustan estos pueblos con guapura de nombre. Madrigal de las Altas Torres, ¡ahí es na!
Y, no lejos, Peñaranda de Bracamonte, Martín Muñoz de las Posadas,… Pueblos que al pronunciarlos dejan sabor en boca.
O esos pueblos leoneses de regia hechura, Bercianos del Real Camino, Los Espejos de la Reina, donde la reina se medía (es un decir) en belleza con el paisaje en las heladas fuentes del Esla. Y, cómo no, el pueblo berciano “Colinas del Campo de Martín Moro Toledano”. No hay otro que a letras le gane… Pueblos con nombre y apellidos, con lujo y ornato. Pregonan elegancia y señorío en sus nombres.
Arévalo, a pesar de sus cinco linajes, no ganó nunca para adornos, aunque bien podría llamarse “La Mi Villa de Arévalo” como, al parecer gustábale decir a aquella reina de las Españas.
Por Eliseo Fernández Gómez
Socio de AEPUMA y alumno en la
Universidad de la Experiencia de la UAM