Un paseo por el Bosque Encantado
Estudiantes en la Dehesa del Camarate
Muere de sed el campo, las raíces de las encinas, pinos se retuercen entre las rocas. Fluye lento, agónico el caudal de la acequia, el pesado aire también tiene sed. Un fino hilo de agua sale perezoso del caño de la fuente, bocanada de salud de la mejor agua de los manantiales de Sierra Nevada.
¡Agua, agua…!, la palabra que se repite en años por la sequía.
Un año tras otros se hereda la sequedad de las tierras. Nuestros rostros se quiebran en las miradas, invitado ante un paisaje marchitándose. Nos hemos convertido en urbanitas de bosques de hormigón, de calles impasibles al tráfico, de espacios grises de polución y nosotros cada vez más alejados de la naturaleza de su contacto directo, de ese dialogo con lo natural.
Me he encontrado enfrente de un paisaje distinto, singular, reconozco que desde antes de la pandemia de Covid no he retornado a pasear por el campo abierto, en esta ocasión en la zona de Lugros y Policar en la conocida ruta de senderismo del Camaraté, con su bosque encantado.
Grupo de estudiantes y socios de ALUMA emprenden con entusiasmo una jornada de senderismo por el Bosque Encantado en el término de Lugros (Granada)
Situado a 1200 m de altura en la cabecera del rio Alhama. El cielo fresco con un sol brillante, es otoño en Granada, enfrente denuda de nieve las montañas de Sierra Nevada. 44 rostros anegados de una alegría contenida como colegiales que salen al recreo, 44 estudiantes mayores de la UGR y socios de la asociación ALUMA emprendieron una ruta por lo que se denomina el bosque encantado uno de los rincones más bellos del Parque Nacional de Sierra Nevada.
La Dehesa es un auténtico tesoro, un lugar atado a su pasado inmaculado, millones de años conservado sin intervención del ser humano, una isla de plenitud de naturaleza de árboles como: tejos milenarios, quejigos, robles, arces, castaños…. Viste su gama de colores del otoño en maravillosas tonalidades rojas, amarillas, ocres y verdes.
Brota del fondo de los barrancos el silencio, es otro silencio al de la ciudad, se respira la calma, la paz que transmite un paisaje pintado de los matices del otoño. Necesitaba desembocar en este silencio, el sol en su cenit, la transparencia del espacio se abre paso en la larga fila de compañeros que caminan sosegados en la angosta senda, a la izquierda el fluir del agua de la sequía su delgada música rompe la quietud absorta del lugar, a la derecha el vértigo del barranco.
Camino el último de los 44, atrás dejo la huella que no volveré a pisar, prende en mí el sentir del vagabundo. Desde la retaguardia puedo controlar cualquier incidencia del grupo, una columna de caminante de jóvenes maduros algunas con piernas largas y agiles, otros con el paso corto, sosegado apoyado en el bastón, todos avanzan dibujando la geometría de la ladera
Grupo de chicas andarinas en el sendero del Camarate, cuidad su salud y mantiene el espíritu alegre del deportista.
El movimiento y lo estático forman lo voluptuoso de este espacio natural. Hay una dulzura innata en el cansancio, pero en mi caso hay una evidencia presente por el desgaste de los años, por los incontables kilómetros andados desde mi infancia, parece que quieren pasarme recibo, un pinchazo agudo en el metatarsiano del pie me recuerda que ya no soy él que era, amortiguo el dolor con la capacidad de sufrir aprendida en mi profesión.
Una aislada y fría piedra me invita a sentarme, cerca de un arroyo seco, sembrado de cantos rodados y zarzas, algunos compañeros con los cuentakilómetros agotados me acompañan en la improvisada sentada.
Un suave viento sopla sube por el seco arroyo y remueve las hojas amarillas de los esbeltos álamos. Llueven hojas, lluvia dorada, llueve en el seco otoño. Quedamos encadenados con la mirada en el continuo revuelo de hojas caducas, extasiados en sentir el imán de la naturaleza en su plenitud que se prepara para dormir el largo invierno.
Foto con la profesora Mireya Viladevall de la Universidad Autónoma de Ciudad de México que ha visitado la Universidad de Granada y la asociación ALUMA, nos ha acompañado en la ruta y la comida compartiendo con los compañeros granadinos.
Continuamos caminando y con conversaciones unas veces con la profesora Mireya Viladelvall de la Universidad Autónoma de Ciudad de México que nos ha acompañado en la excursión y otra con mi amigo y compañero Antonio Rubiño, estudiante del Aula (APFA), charlas instructivas sin ninguna pretensión ni desenlace. La edad de la jubilación nos ha cambiado el ritmo de entender el mundo y valoraros lo auténtico. Tenemos ganas de estar libres, huir de las polémicas absurdas de la política, de las discusiones sin sentido, en fin, no es nuestro tiempo pertenece a los más jóvenes igual que las hojas mueren inevitablemente en el otoño, nosotros irremediablemente somos fugaces en esta corta vida.
Visita a la Bodega y cata de los diferentes vinos con una deliciosa comida de producto de la comarca granadina cerraron la jornada de excursión.
Después de cuatro horas de caminata en la bajada de la cuesta se divisa una pequeña mancha blanca, allí en el secaral aparcado como un lote salvavidas, el bus de Leo que nos llevara a la Bodega y a la posterior cata de vinos de la tierra y a los deliciosos manjares de embutidos de la comarca y migas de pan.
Degustamos los diferentes vinos del blanco al tinto, de la genuina Bodega Vertijana. Elabora el vino a partir de una cuidada selección de uvas tempranillo, cabernet sauvignon, syrah y merlot, con un reposo de 12 meses en barrica, confiriéndole complejidad y carácter.
El amor a edad madura sigue siendo intenso y tierno. La puesta de sol invita a mirarse a los ojos de los enamorados.
Vimos el atardecer por las cumbres de Sierra Nevada, degustando unas copas de vinos en la terraza de la bodega, felices y contentos.
(Mireya de México, María de la sede de Melilla e Inma y Rafa de Granada)
La amistad y el compañerismo triunfa en las actividades socio-culturales que la asociación ALUMA fomenta entre sus asociados.
Rafael Reche Silva
Miembro de la Junta directiva de ALUMA
Universidad deGranada