Artículo sobre RSC
Responsabilidad Social Corporativa

DÑA. NOEMIA MATEO TRONCOSO
Licenciada CC. Económicas y Finanzas Internacionales, Actividades y Asociaciones: AIESEC, Project Management Professional, Executive Máster Emprendedores Asociativos
Hace ya más de 10 años que escuché hablar de la RSC, cuando un amigo de la universidad que trabaja en una ONG me contaba la financiación que recibían de las grandes empresas y su implicación en la erradicación de la pobreza y promoción de la educación en países lejanos. Sonaba como un cuento. Demasiado bonito para ser cierto.
En estos 11 años, el concepto de la RSC se ha ido puliendo, ha ido buscando sus huecos. Tanto las grandes empresas como las pequeñas empresas han empezado hablar de responsabilidad social con más o menos calado, integrando gestiones responsables de desigual profundidad en las organizaciones. Es cierto, y mucho se repite, que vivimos en tiempos de cambio, y que las empresas que sobrevivirán serán aquellas que sean capaces de adaptarse a esos cambios.
La realidad económica y social ha cambiado durante esta década en España, pero también lo ha hecho a nuestro alrededor. Tanto la crisis económica, como las crisis de valores o los escándalos de corrupción, han dibujado un nuevo entorno en el que las empresas deben decidir qué papel quieren tener, si más o menos responsable.
Hay diferentes estrategias en materia de responsabilidad social por parte de las empresas. Algunas giran en torno a la comunicación, otras en torno al marketing, los recursos humanos o el medio ambiente. Esos son los cuatro ejes más habituales, si bien muchas empresas pueden combinar dos o más de estos elementos. Lo deseable es que esa estrategia sea resultado de conocer las inquietudes de los grupos de interés, de cuantos más grupos de interés mejor, y ponderando esas necesidades.
Sucesos de tanta envergadura como lo son las crisis de refugiados, o nuevos escenarios como el envejecimiento de la población, o episodios no aislados de agresiones machistas -muestra inequívoca de un machismo arraigado en nuestra sociedad-, hacen que tanto las necesidades que tenemos que reclamar a los estados, como el comportamiento deseable de las empresas, cambien radicalmente. No hay sistema perfecto, no hay organización perfecta, y tampoco hay sociedad civil perfecta, pero desde luego cada uno debe tener muy claro su papel si queremos que entre las 3 se obtengan los mejores resultados posibles para la sociedad en su conjunto.
Cabe preguntarse ¿es la empresa responsable del machismo? Bueno, parece difícil argumentar un rotundo “Si”; pero si pensamos en el papel de los medios de comunicación, el papel de las campañas publicitarias, los roles de género perpetuados en las series de televisión, películas, las letras de las canciones y un largo etc., podemos pensar que cada empresa, al igual que cada individuo, “en su parcela”, tiene la capacidad y la responsabilidad de elegir qué papel juega, si uno forma parte de la solución o que forma parte del problema. ¿Y de la corrupción? En este caso, podemos decir con firmeza que no hay corrupción sin corruptores. Con uno llega.
Algo diferente es lo que pasa con la responsabilidad con nuestros mayores. Personas que han trabajado toda una vida y se merecen descansar, en toda la extensión de la palabra (no solo dejar de trabajar, sino dejar de preocuparse por los ingresos).
Experiencia viva que necesita espacios donde poner en valor todo su bagaje. Espacios que deben crear las administraciones, pero también las empresas, valorando la experiencia y pagándola. Las empresas, deben ser capaces de detectar y afrontar estos retos globales, y decidirse a tener un papel más activo, porque tienen capacidad de generar cambio, y si no incorporan estas nuevas necesidades, se convierten en parte del problema. Y podrían ser parte de la solución.