Hilanderas de palabras
Velázquez pintó un testimonio impagable del valioso mundo de un trabajo especializado femenino en Las Hilanderas. Todas son mujeres. Sus edades van desde la esplendorosa juventud a la enigmática vejez; sus ropas y actitudes delatan que unas son humildes trabajadoras y otras son nobles damas que van a examinar y posiblemente adquirir el fruto del trabajo de las primeras. La paleta del pintor las ha sorprendido a todas en la Fábrica de Tapices que estaba situada en la calle Santa Isabel de Madrid, junto al actual Reina Sofía. Una escena sencilla aparentemente, pero en la que llama positivamente la atención que las trabajadoras ocupen la primera fila y las nobles damas estén al fondo. Estamos ante un viejo oficio que aúna las características de la artesanía y la magia de las conversaciones, la tradición oral, las leyendas…
Las hilanderas desarrollaban un noble arte que convierte fibras de animales o vegetales en hilo, y con ese hilo fabrican tejidos para vestir o para hacer confortable el hogar. En muchos pueblos se aprovechaban las estaciones más frías para estos menesteres de hilar y tejer, y entonces las familias y vecinos se juntaban alrededor del fuego. Mientras hilaban y tejían, también se contaban historias y leyendas. El “filandón” le dicen a esto en León y en el pasado 2010, las Cortes de Castilla y León lo declararon como Bien de Interés Cultural y pedían su inclusión dentro del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.
Y principalmente las mujeres han sido las contadoras de historias, de cuentos y leyendas mientras sus manos han trabajado incansables. Por eso Irene Vallejo en su muy recomendable libro El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, nos dice:
Desde tiempos remotos las mujeres han contado historias, han cantado romances y enhebrado versos al amor de la hoguera (…). A lo largo de los tiempos han sido sobre todo las mujeres las encargadas de desovillar en la noche la memoria de los cuentos. Han sido las tejedoras de relatos y retales. Durante siglos han devanado historias al mismo tiempo que hacían girar la rueca o manejaban la lanzadera del telar. Ellas fueron las primeras en plasmar el universo como malla y como redes (…). Entrelazaban verbos, lana, ajetivos y seda. Por eso textos y tejidos comparten tantas palabras: la trama del relato, el nudo del argumento, el hilo de una historia, el desenlace de la narración, devanarse los sesos, bordar un discurso, hilar fino, urdir una intriga. (Pgs.384/85).
Maria Rosa Fernández Peña
Miembro de la Junta Directiva de ADAMUC, Asociación de Alumnos Mayores Universidad Complutense, Madrid