Cruz Procesional – Guardo (Palencia)

Javier Alonso Benito
Universidad Internacional de La Rioja
Universidad Rey Juan Carlos.
Máster en Gestión del Mercado del Arte
CRUZ PROCESIONAL
Guardo (Palencia)
Toda la provincia de Palencia está cuajada de iglesias que conservan una cantidad considerable de piezas de plata destinadas al culto, algunas de ellas parcialmente estudiadas en trabajos de investigación que preceden a esta reseña. Si bien en la mitad sur de la provincia los ejemplos son más abundantes, también el norte, con parcelas incluidas en el territorio que ocupara la antigua diócesis de León, es generoso en este tipo de manifestaciones que dan buena idea del esplendor y la riqueza artística de la que gozó esta disciplina en España durante los siglos de la Edad Moderna.
La edad de oro de la platería palentina, como la de buena parte de la orfebrería en todo el país, tuvo su momento en el siglo XVI. Durante el quinientos, salieron de los obradores de nuestra provincia las piezas que hoy consideramos mejor valoradas de toda la historia de esta disciplina, siendo Palencia un centro de notable actividad durante este período, antes de que la importancia de Valladolid fagocitase esta y otras producciones artísticas de la ciudad.
La iglesia fue el gran cliente de los plateros durante la Edad Moderna. Aunque la nobleza también mantuvo un consumo de piezas moderadamente alto –sobre todo en el ámbito cortesano–, fueron las crecientes
necesidades del rito católico las que, sobre todo a partir del Concilio de Trento, estimularon con mayor fuerza el desarrollo de esta disciplina y la creatividad de los artífices. Con estos precedentes no es de extrañar que, tras los avatares de nuestra historia y los cambios de hábitos y gustos, que han despojado a muchos objetos de uso doméstico de sus funciones originales, las piezas que en mayor cantidad se conserven sean las de usos religiosos. De entre todas ellas, destacan por su número los cálices, las custodias y las cruces procesionales.
Para una parte considerable de las parroquias castellanas de la época, la cruz procesional era la pieza más significativa del centro. Si bien sus usos son más restringidos que los de los vasos sagrados, la cruz tenía un valor simbólico insustituible. Con un tratamiento similar al que pudiera darse a la más valiosa de las reliquias, presidía los actos solemnes de la comunidad y encabezaba eventos procesionales dentro y fuera de los límites de la iglesia. Su importancia creció considerablemente durante el siglo XVI y su producción se mantuvo hasta que, en el siglo XIX, una inmensa mayoría de las iglesias tenían cruces procesionales de plata de mayor o menor interés desde el punto de vista artístico.
El aspecto externo de la cruz de la parroquia de san Juan, en la localidad de Guardo, responde al de una variante típica del siglo XVII. Se puede comparar con los ejemplares de localidades cercanas como Velilla del Río Carrión, Villalba de Guardo (1670), Muñeca (1692) o Villacorta, para encontrar unas diferencias estilísticas considerables que, en una mirada más detenida pueden no ser tan profundas como podría pensarse.
Como se aprecia en las imágenes, se trata de una pieza bastante sencilla en líneas generales, con una característica austeridad decorativa tan solo rota por la presencia de espejos ovalados y elípticos, perillones en remates y coronamientos, y costillas simples y desarrolladas en distintas zonas del pie. Su aspecto despojado es la cualidad que más puede diferenciarla de las cruces de otras parroquias, aunque todas responden a un modelo clave en la historia de la platería española, el de la cruz castellana del siglo XVII. Como en otros casos, esta dinámica aparece rota en la imagen que ilustra el cuadrón de la pieza por el reverso, la imagen de san Juan Bautista señalando al cordero místico que aparece a su izquierda, rodeado por un grupo de personajes que le miran atentamente. La advocación no ofrece ningún lugar a la duda.
Los ricos sobredorados típicos de la platería del siglo XVI habían caído en desuso antes de 1600; los diseños de abigarrados motivos decorativos de grutesco clásico y manierista perdían empuje por no considerarse adecuados durante el siglo XVII; las estructuras complejas de las monumentales piezas religiosas renacentistas se iban aligerando buscando la simplicidad de otros estilos más modernos o reduciendo sus perfiles a formas geométricas más puras. El cambio se había producido antes de la década de 1590 y vino alimentado por la capacidad de artistas tan geniales como Juan de Arfe y Villafañe, un verdadero renovador del estilo antiguo. Nació por entonces una corriente única que no compartía características con la orfebrería de ningún otro país aledaño y que fue predominante durante el siglo XVII: La platería cortesana –en algunas ocasiones se la ha denominado platería purista o, incluso, manierista–.
En este contexto estilístico, el caso de la cruz procesional de Guardo es realmente extremo; no son demasiadas las piezas que se conservan en España con un grado de sobriedad tan profundo –hemos localizado algunos ejemplares en localidades de ciertas provincias como Burgos o Valladolid–. Tal es el efecto que su austeridad ha causado a lo largo del tiempo que, en 1789, aparece mencionada en el libro de fábrica de esta parroquia palentina como “Cruz parroquial sin estilo”. Esta sucinta descripción, más aún si nos retrotraemos a lo que era la estética vigente aún durante el último tercio de un siglo
XVIII plenamente imbuido por la estética Rococó, se refiere, efectivamente, a lo despojado de sus superficies. No le quita mérito esta circunstancia a una pieza que, por otro lado, presenta una ejecución correcta y un estado de conservación satisfactorio, sobre todo si se tiene en cuenta que no ha experimentado ningún proceso de restauración, al menos ninguno que haya dejado una huella visible. Las cruces procesionales son piezas que, debido a su uso y la costumbre de ser presentadas como remate de una larga vara, están expuestas a caídas que debilitan y deterioran su estructura.
No es palentina la cruz procesional de Guardo. Fue realizada en la ciudad de Cuenca y, si atendemos a la información que se ha aportado en alguno de los tomos y artículos dedicados al estudio de la platería de esta provincia manchega, se plantean varias opciones. En un primer momento, dadas las características externas de la obra, se pensó que podría tratarse de una pieza de entre 1665 y 1680. Esta cronología se extrajo analizando los contrastes que aparecen estampados en el pie de esta cruz: un cáliz coronado por una estrella (marca de la localidad de Cuenca) y el apellido LOPEZ. Pensando que fuera una obra del siglo XVII, el platero conquense Joaquín López, documentado en la catedral de su ciudad y ejerciendo el cargo de marcador de platería municipal, parecía el candidato más adecuado para ser el orfebre que marcó esta cruz. Sin embargo, estudios posteriores apuntan a Tomás López de Mendoza (1711-1783).
Como el anterior, este López también fue maestro platero de la catedral de Cuenca y ocupó el cargo de marcador municipal entre 1770 y 1783, fecha última en que se supone su muerte. Este arco cronológico es en el que debe encuadrarse la ejecución de esta pieza anónima, de marcado carácter purista y estilo fuertemente conectado con la estética predominante en la platería religiosa del periodo de los Austrias menores.
Por lo tanto, un pieza conquense en la iglesia de San Juan Bautista de Guardo, localidad palentina que pertenecía al antiguo obispado de León. En cualquier estudio de platería con carácter provincial podemos encontrar piezas labradas de otros centros alejados, es una cuestión que se repite con mucha frecuencia. La donación de algún devoto civil o eclesiástico –muchas veces desconocido– suele ser el motivo más común de estos casos, aunque no debemos de olvidar que la historia de España está plagada de conflictos y situaciones en los que la plata se ha movido de un sitio para otro sin dejar un rastro documental que permita determinar de dónde salió y las razones por las que lo hizo. No parece ser este el caso, dado que la cronología de la mencionada referencia a esta pieza en los libros de fábrica de la parroquia guárdense (1789) es bastante cercana al momento en que fue labrada esta cruz procesional.
BIBLIOGRAFÍA
- ALONSO BENITO, JAVIER, “Algunas cruces procesionales del siglo XVII en el antiguo obispado de León”, en Estudios Humanísticos 19, 1997, pp. 135-156.
- ALONSO BENITO, JAVIER, Platería y plateros leoneses de los siglos XVII y XVIII, León, 2006.
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- CRUZ VALDOVINOS, JOSÉ MANUEL, El esplendor del Arte de la plata, Murcia, 2007.