Crecer envejeciendo: un problema de gestión biográfica (IV)
Praxis educativa de las personas mayores

D. ENRIQUE POZÓN LOBATO.
Catedrático (jubilado)
Doctor en Ciencias de la Educación
La praxis de la educación de personas mayores no puede ser ajena a como piensan y actúan los sujetos, otorgando “la voz” y la “opinión” a los que son afectados por las diversas actividades de formación.
Cada etapa de la vida tiene su especificación y la educación de los mayores también la tiene, inscribiéndose en la educación para la diferencia y la diversidad. Cada individuo aprende desde su singularidad, pero aprende.
El hecho de ser persona mayor constituye una oportunidad para adquirir nuevos conocimientos y desarrollar capacidades, disponiendo para ello, de mayor tiempo libre. Pero para aprender, el mayor debe estar motivado, existiendo estrategias que pueden facilitar el aprendizaje.
Las personas aprenden desde que nacen y a lo largo de toda su vida, ya que el aprender es intrínseco al genero humano. Y no solo la inteligencia y memoria intervienen en el proceso de aprendizaje, sino determinadas habilidades, procedimientos y el uso de la experiencia como fuente de datos.
Las capacidades naturales; la formación escolar; el ambiente en que vivió; su trayectoria laboral etc., condiciona el aprendizaje de las personas mayores, que debe ser individualizado para que tenga significado, ya que las diferencias individuales se acrecientan con la edad.
Cada uno aprende con mayor o menor entusiasmo en la medida en que lo que se ofrece tenga significación en su vida personal y en el contexto en que vive y actúa, sin olvidar la conexión entre los nuevos conocimientos y los ya sabidos, partiendo de la experiencia.
La actividad docente con las personas mayores, no se reduce al mero desarrollo intelectual sino que pretende favorecer su integración y permanencia en las estructuras sociales. Educar en la participación y para la participación significa reconocer a los mayores como productores y reproductores de bienes culturales.
Los docentes han de tener capacidad de enseñar a una población con diversidad de conocimientos previos y al mismo tiempo de aprender de sus educandos. La horizontalidad en la relación docente – alumno, permite introducir a los mayores en nuevas experiencias de socialización.
La educación de los mayores constituye un modo de expresión y desarrollo individual no pudiendo quedar cerrada para una minoría, sino que debe de dejar de ser marginal, teniendo un lugar claro en la política y presupuesto en educación.
La educación ha desarrollado varias maneras de dar cabida a las personas mayores, siendo uno de los fenómenos más destacados en los momentos actuales. Ante esta realidad hay que propiciar nuevas formas de enseñanza, aquellas que se inscriben como “educación para la actividad”. La educación, la actividad y el tiempo libre son tres dimensiones de la vida que combinadas armónicamente a lo largo de la existencia, supone condición necesaria para el bienestar del hombre y el equilibrio de la sociedad.
De ahí la educación permanente que desdibuja muchos mitos o tal vez prejuicios que atribuyen a las personas mayores el deterioro inevitable de la capacidad intelectual, en perjuicio de sus posibilidades de aprender.
En la persona mayor la educación va dirigida específicamente a contribuir a una mayor calidad de vida a través del conocimiento del proceso de envejecimiento; del enriquecimiento psíquico, por el intercambio grupal del proceso educativo; y de la participación, como miembro activo en una sociedad cambiante. No obstante, el discurso teórico en la educación de personas mayores, se encuentra con una serie de dificultades tales como la necesidad de estudiar las capacidades psicológicas del mayor, con la intención de acomodar el aprendizaje a las características intelectuales y analizar sus implicaciones sociales.
Persona y educación son inseparables, siempre que el ser humano opte por lo bueno y valioso, poniendo a disposición de las personas mayores, conocimientos actualizados que les permita comprender el mundo contemporáneo, respondiendo a sus intereses.
La sociedad todavía no ofrece suficientes propuestas para llenar los momentos de ocio de ese periodo de la vida y da la espalda a la realidad, a pesar de que dentro de 30 años, la mitad de la población de este país estará jubilada o en vísperas de hacerlo. A esto se le añade el aumento de la esperanza de vida situada en los 80 años. Después del retiro laboral quedan todavía muchos años en los que disfrutar con actividades diversas.